La persona es el eje principal de la pedagogía franciscana. El trabajo formativo es presentado a la persona considerada en su individualidad, con su historia, con su nombre, con su rostro particular y con sus derechos personales; y favoreciendo las condiciones y los medios para su desarrollo, la ayuda para llegar a ser ella misma, según su vocación-misión.
La pedagogía delinea al educador como el que camina junto con el educando, al que considera sujeto activo en el itinerario de su formación; como nos enseña Jesús en su camino a Emaús, al instruir en la marcha a sus discípulos, haciéndose compañero de viaje.
Con el acompañamiento se busca emerger en el estudiante la autodecisión, el sano protagonismo, la responsabilidad; evita la intromisión, el paternalismo y el autoritarismo. Camina con él hacia su misma dirección vocacional, favoreciendo el discernimiento en la formación de su proyecto de vida.
La fraternidad es un concepto apropiado por el franciscanismo desde sus orígenes, señala en su testamento: “…el señor me dio hermanos…”; con esto Francisco hace patente que el sentido de comunidad va más allá de una interacción de individuos, sino que ve en el otro al hermano, explicado esto en el sentido que da al hombre de hermano, al ser posible porque venimos de un solo Padre es el Sumo Bien. La fraternidad franciscana, en donde no cuentan las relaciones funcionales, sino las interpersonales, “la reciprocidad va más allá de las palabras, pues el verdadero amor fraterno se manifiesta sobre todo en las obras”.
La relación dialógica fraterna tiene una connotación muy significativa para propiciar el respeto, la participación, el reconocimiento y la aceptación.
Esta actitud pedagógica se concreta en la pedagogía de la fraternidad, donde se concilian lo divino y lo humano, fundamentados en el amor.
Es precisamente en este amor donde podemos afirmar que se halla el secreto del estilo pedagógico de Francisco: “en ser padre y madre para cada uno de sus hermanos”, en penetrar los sentimientos del otro y llorar con el que llora, alegrarse con el que se alegra, haciéndose todo para todos.
Amonestar y corregir a los hermanos, pero realizado siempre desde una caridad infinita, de suerte que este corregir nada tenga de áspero, coercitivo y excesivamente duro.
El respeto y la tolerancia vienen de la fraternidad, de aceptar a cada hermano con misericordia y caridad, aceptándolo como es, con sus capacidades y carencias y enclavado en el concepto de paz prodigada por San Francisco, la paz que él predicó, no fue una paz social.
Hay que ser mensajeros de esa paz; para que la paz florezca, es necesaria la conversión del corazón Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios.
Las mediaciones para la pedagogía franciscana son la intervención que hace el formador para permitir al formando crearse un concreto de realidad sobre un caso determinado. Con esta acción se busca además crear una conciencia crítica en el individuo para juzgar y cuestionar su propia realidad.
Las mediaciones se aplican a través de la reflexión o de la acción. Lo que se busca en la persona es crear la capacidad de discernimiento sobre los hechos.
Vienen de la relación del hombre con la historia, de saber mirar su entorno, profundizar en la mirada. Ser sabedor del pasado para poder valorar lo que tiene aquí y ahora, pero con un profundo respeto de la cultura actual.
La pedagogía franciscana, sustentada en el humanismo franciscano busca el desarrollo armónico de la persona.
Asimismo, la propuesta pedagógica franciscana camina de la mano con los fines que se persiguen en la educación de nuestro país, ya que además de buscar el desarrollo armónico o integral de la personal en plena libertad se busca “formar a mujeres y a hombres, de manera que tengan sentido de solidaridad social.” Además de desarrollar facultades para adquirir conocimientos, así como la capacidad de observación, análisis y reflexión críticos.
El santo de Asís, el llamado también Hermano Universal, mostró gran misericordia por la creación de Dios, lo que le ha llevado a ser llamado el santo de los Ecologistas.
Desde sus orígenes el humanismo franciscano ha luchado en contra de las desigualdades, contra la violencia y la discriminación que el mundo encarna en su sociedad, buscando generar más un sentido de fraternidad que nos lleve a una mejor convivencia de tolerancia y respeto.